Siempre he pensado que Dios hace
las cosas por algo, y que todos somos un instrumento para sus planes, unos son
como el azadón, otros las semillas, otros el abono y así. Pero cuando volteo al
pasado para ver como he madurado, llegan esos momentos, esas imágenes
imborrables para mí.
Para esto mi mamá siempre me
animaba a seguir a Dios, ir a misa, a algún servicio, y así fue como conocí los
Adventistas del 7mo. Día, los Testigos de Jebús, los Apostólicos, en fin,
varias religiones, donde el punto siempre es conocer a Dios.
Entonces, llega el año 2000, y no
crean que fue porque el mundo se iba a acabar y así, sino porque tengo un amigo,
que se llama Paco, que quiero mucho, pero en ese entonces, sólo lo conocía por
ser el amigo de mi primo. Y como nos subíamos a los mismos camiones para ir a la
escuela me dice un día:
“Te invito a un grupo de jóvenes
en la Iglesia (católica) que está a una cuadra de tu casa”
Y en mi interior quería decir no,
pero me salieron otras palabras “Sí, ahí nos vemos”
Ohh sí, no crean que fui ese
sábado, ni el que le siguió, ni el que le siguió, y después de tantas
negativas, todos los días me encontraba a Paco en la mañana, en la tarde, y me
recordaba de lo del grupo, y como ya estaba un poco harta, le dije que sí, que
esta vez sí cumpliría mi promesa de ir. Llegó el día, y como buena estudiante,
me gustaba despertarme un poco temprano (ayajá) pero equis, entonces, como a
las 8 de la mañana suena el teléfono y sí, era él, Paco, recordándome que tenía
una cita con el grupo y bla bla bla. Fue a mi casa a las 12 pm para recordarme
del grupo y yo con mi cara de “Sí Paco, ahí nos vemos”. Y hubo una última
llamada antes de las 4, que él ya iba y que me esperaba. En mi mente era “oye,
ni mi amigo eres para salir con esas cosas”. Por una u otra cosa, no sé, me
arreglé tarde y llegué como 10 ó 20 minutos tarde, y al fin llegué, parecía que
había interrumpido algo muy, pero muy importante, y yo entré, así muy callada,
y vi a ese grupo de jóvenes que cambió mi vida por completo. Terminó el tema y
pues ya me presenté, y la verdad, me dio un poco de pena, pero como siempre, lo
supero. Cuando ya terminó lo del grupo, me disponía a irme, pero no, Paco, como
sabía que me gustaba cantar, me dice “No te vayas, vamos a ensayar el coro” y
yo con cara de ¿Qué?, pero me quedé, y fue donde encontré mi apostolado: el
Coro.
Sus integrantes fueron: Eloísa,
Felipe, Rogger, Ray, Vero, Isa, Pipo, Mike, Paco y desde ese día, yo. Sus
cantos, no me los sabía, pero luego de ensayarlas algunas veces, y me refiero
que su ensayo duró dos horas, creo que hasta me las aprendí de memoria. Lo
último que supe fue “Nos vemos en misa de 11am”.
Las únicas misas que recordaba
eran: el bautizo de mi hermana, el bautizo de mi hermano, mi primera comunión y
hasta ahí. Lo demás no importaba, nuevos hábitos, nuevos amigos, y sobre todo,
una nueva actitud. Como aprendo rápido, no me fue difícil aprenderme los
esquemas, lo difícil fue llevarme bien con ciertas personas, que, en ese
momento yo no pensaba que teníamos problema, pero luego salió que sí. También había
un chico que mujer que entraba al coro, siempre quería andar con ellas, y por
lo general, eran más chicas en edad que él. En fin, era un grupo muy padre, y
pese a cosillas con las que no estaba de acuerdo, me gustó mucho. Tanto que
invité a uno de mis grandes amigos a entrar, su nombre es Ángel. Después, el
grupo cambió de integrantes muchas veces, como por un año, y los constantes
éramos Paco, Ángel y yo, y de ahí se unió Tavo, de repente iba Pipo. Fue cuando
nos apoyaban los maestros Huitrón, la verdad, aprendí mucho de ellos, y conocí
facetas en el coro, que hasta el momento, no sabría que hacer sin ellas. Pero ellos también, por sus ocupaciones,
dejaron el grupo, pero llegó, quien hasta el día de hoy, es mi amigo, padrino,
Rodrigo. Un poco de tiempo después, llegaron Mónica, Melisa, Blanca, David y
muchísimos más.
Creo que ya tenemos los 10 años
juntos, como amigos, como coro, y siguiendo un apostolado que amamos.
No quiero decir que siempre ha
sido amor, ternura, pero hemos aprendido en el camino, que las cosas que
hagamos, sean cuales sean, tienen que ser primero para Dios, luego nosotros y
luego la familia, en el entendido que cada decisión que tomemos, tendrán que
ver con estos tres puntos.
Llegó un momento que nuestro coro
creció, tanto que llegamos a ser 30, grandes, pequeños, pero las cosas
cambiaron cuando entro un sacerdote a la rectoría, porque antes era capilla y
pertenecía a la Parroquia de la Sagrada Familia. Y por crecimiento, nos
dividieron para cubrir las misas. Y para mí, cambió en el sentido, que tenía
otro apostolado, y mis decisiones de vida motivaban a cambiar un poco mis
responsabilidades. Pero sabía que cuando llegara a misa, sin haber ensayado,
mis amigos me recibirían con los brazos abiertos, y con un “hasta el frente,
hoy cantas”.
He aprendido que no se tiene que
tener un grupo enorme para que se escuche muy bonito, pero también aprendí a
cantar con el corazón, y que, gracias a lo que esté cantando, la gente reza
más.
Sólo quiero decirles a todos mis
amigos de del Coro: los amo mucho, y siempre serán parte de mi vida, y no
tengan miedo del llamado del Señor, él lo hace a su tiempo y cuando él lo
decide. Gracias a que me integré a los 16, dos años después hice mi
confirmación, y me gustó mucho, porque lo hice consciente de que es lo que
quería hacer. Entren a grupos, rían, vean temas, endulcen su alma, con oración,
leyendo la biblia, sin importar lo que digan los demás.
Y sobre todo, si están en la edad
de andar de novios, que sea alguien afín con lo que haces, a lo mejor no es tan
intenso como para estar en el grupo, pero si te ama, te apoyará, nada de que no
te dé “permiso” para estar ahí. Permiso, sólo de sus padres, no lo olviden.
Ojalá muchas personas tengan la
oportunidad de vivir lo que yo he vivido con mis grupos de la iglesia, porque
gracias a ellos, soy así, neutral.
Bye.